Que toda tu risa, le gane ese pulso al dolor...

Que toda tu risa, le gane ese pulso al dolor...

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Cartas a Octubre.

- 1 -
Querido octubre
Un día te despiertas llorando y te tapas la boca porque te das cuenta de que tu abuelo acaba de despertarse y entrar por la puerta, y no quieres que sepa que estás triste.
Porque él se preocuparía por ti.
Y tú no quieres hacerle daño a nadie.
Y a él menos.
Entonces, vas al baño, te echas agua en la cara e intentas no olvidar todo lo que has logrado y reflexionado hasta ahora, y sales como una mariposa de su crisálida.
"Qué guapo estás hoy abuelo", y le das un abrazo.
Y te aferras.
A su olor, a sus sabias palabras que no hace falta que te diga.
Y sientes que todo.
Todo va a estar bien.
Bien por ti.
- 2 -
Querido octubre
No sabes la de cosas que siempre he pensado que no sería capaz de hacer, y que estoy haciendo.
Muchas de ellas no sabía por dónde empezarlas, o ni siquiera quería empezarlas por miedo.
¿Sabes, octubre? Cuando hacen algo bueno por mí me entran ganas de llorar. Y cuando consigo algo que quiero, me entran ganas de llorar también.
Y así me he sentido hoy.
Supongo que es por soltar todos esos pensamientos de "no puedo", y ver que sí.

El caso es que...hoy me han dado una buena noticia.

Gracias. Necesitaba esta tregua.
- 3 –
Querido octubre
Creo que, en el fondo, al final de todo, el tiempo pone cada cosa en su sitio.
Y yo siento que poco a poco, algunas cosas van poniéndose donde deben. Y confío en que seguirá siendo así.
Que dentro de un tiempo sentiré un alivio inmenso cuando vea que.

El tiempo también te quita la venda de los ojos respecto a muchas cosas. El tiempo a veces hace cosas buenas por nosotros.

Hace unos meses lloraba encerraba en un baño pensando que todo lo que había querido no había servido para nada.
Ahora miro a mi alrededor y siento que toda la gente que tengo a mi lado, siempre ha estado ahí queriéndome con mucha fuerza, igual que yo a ellos.
Solo que yo solo veía a esa persona que ya no me quería.

Pero el amor está en tantas formas...

[…]

Siempre hay pequeñas cosas, gestos o palabras, que nos abrazan. 
- 4 –
Querido octubre, 
Espero poder perdonarme algún día todo el daño que me he hecho.

En estos días una persona muy importante y especial para mí me ha hecho ver que muchas veces hay que concebirme de forma propiamente “eleniana”.
Que, no es fácil hablar “eleniano” y, precisamente por eso, no debería concederle un idioma tan rico y tan maravillo a gente que no lo merece.
O eso dice D.
No sé si tiene razón o no, el caso es quiero creer que la tiene. Y eso es suficiente ahora.
No sé si es un privilegio o no hablar “eleniano”, solo sé que, lo sea o no, ya no me apetece que personas que no aprecian lo que soy, lo hablen.
  
- 5 –
Querido octubre, 
La vida es un libro en blanco que tenemos que escribir, pero a veces no podemos evitar mancharlo de tinta o escribir un libro en sucio.
Yo lo he manchado muchas veces. Nunca he brillado por hacer las cosas bien a la primera. Ni a la segunda.
De lo que sí me he dado cuenta, es que, aunque mi libro esté lleno de tachones, de cosas que han ido mal, de borrones que han hecho que las hojas queden feas, poco a poco va a convirtiéndose en un libro mejor.

Hubiese sido más fácil no tener que pasarlo a limpio, pero es que soy un desastre en muchas cosas. 

Pero a pesar de eso, estoy rodeada de personas que saben apreciar esa magia de la que P. hablaba, y hacen que sienta que la tengo de verdad.

Ellos también la tienen.
Me curan el corazoncito y me están ayudando a encontrarme a mí misma.

Gracias, Vic. Gracias, octubre.
- 6 –
Querido octubre, 
A veces, no se cierra una puerta. Solo te das cuenta de que siempre estuviste fuera.
Y es doloroso, porque la realidad duele.
Pero en el momento en el que te das cuenta de que tú verdaderamente lo hiciste bien, a pesar de los errores, sanas.
Sanas, cuando dejas ir lo que ya no está, cuando dejas ir aquello que nunca hizo falta marcharse para no estar.

- 7 –
Querido octubre, 
"Ojalá llegues a ser tan feliz como crees que eras".
"...libre de corazón de verdad".
"y así, poco a poco te irás curtiendo para estar totalmente preparada...".
"...y las profundas menos".
"Ojalá el mundo estuviese más lleno de gente como tú".
"Te mereces...".

Aunque nadie mejor que yo sabe las cosas por las que he tenido que pasar, las que me han dolido y las que no, las que sigo arrastrando y las que no, ellos me abrazan como si lo supieran igual.

Gracias, Eme.
Te quiero.
- 8 –
Querido octubre
He respirado hondo.
Y siempre entra la luz entre una de estas grietas.
Por muy mal que pueda estar todo.
- 9 –
Querido octubre

Hoy he pensado en esas veces en las que Londres me curó por dentro.
- 10–
Querido octubre,
Una de las conversaciones más importantes y especiales
que he tenido en toda mi vida,
fue hace 3 meses.

Me abrazo a esas palabras cuando todo va mal y sé que nunca la voy a olvidar.

Y es que, las palabras son importantes porque tienen significados.
Y aquel día él me enseñó las palabras querer y merecer.
Aquel día él me dijo que podía, y ahora sé que al final podré.

Gracias, octubre.

martes, 6 de septiembre de 2016

A veces sucede que la lluvia gana.

Y ya solo me queda el recuerdo. Y aferrarme a él.
A él y a este dolor que me oprime el pecho.

A este vacío que has dejado y que no sé si podré llenar. Porque, cómo se llena el vacío de alguien que sabes que ya nunca va a volver.

Duele saber que voy a echar de menos con contrato indefinido. Un contrato que ni siquiera he firmado. Que ni siquiera he querido firmar.
Y es que qué más da, si a la vida le dan igual los "Derechos y Condiciones de uso". Si ni siquiera hay. La gente se va yendo. Y ante eso, no hay nada que podamos hacer.
Y duele.

No sabes lo que a ella le duele. 
Desde entonces le cuesta más sonreír. Ni siquiera se ha enfadado aún, y ya sabes que eso es raro en ella.
La miro y me doy cuenta de que estás en cada gesto suyo. Que tus manos delgadas y blancas, son también las suyas. Y por eso, entre otras cosas, es como si siguieras aquí.

Y no sabes lo que a él le duele. No te imaginas hasta qué punto eras su vida entera. 
Y es que nunca he visto a nadie querer tanto a alguien. Ni lo veré. 
¿Quién podrá hacerle sonreír? ¿Quién le dará un motivo para seguir aquí?

Es que...no te imaginas lo que nos duele a todos, que hasta el cielo lloró, aunque aquel día ni siquiera importó, porque ya estábamos calados hasta los huesos incluso antes de que las gotas empezaran a caer.

[...]

No me voy a olvidar de ti. No me voy a olvidar de ti porque siempre vas a estar conmigo. Y en mí.
No me voy a olvidar de ti porque no puedo, porque no quiero.
Y no voy a creer en esas cosas que no sé si sirven para algo más que reducir el dolor. No voy a creer en ese cielo del que todos hablan, ni en ese Dios. Y sé que la realidad duele más que cualquier cosa, que esta estampida con este gran muro va a doler siempre, pero tú siempre me decías que viviera la vida como yo quisiera hacerlo y no como me dijeran los demás, y eso es lo que siempre trato de hacer; no quiero autoengañarme, sé que ya no estás. Sé que si estuvieras aquí seguirías queriéndome como solo tú sabías, queriéndome con mis cosas buenas, y todas mis malas (aunque tú siempre eras más de ver solo las buenas). Seguirías sintiéndote orgullosa de mí hasta cuando nadie lo hacía; hasta cuando ni yo lo hacía. Seguirías haciendo que el mundo me doliese un poco menos con solo abrazarme, con solo sonreír. Seguirías estando. Porque ser, sigues y seguirás siendo, siempre. Aunque ya no estés.

A veces sucede que la lluvia gana...

Las cosas siguen, pero tú ya no estás. 
Nadie volverá a brillar nunca tanto.

....y dolerán los días de lluvia.

(Y esto, también va por ti. Qué suerte he tenido.).

miércoles, 18 de mayo de 2016

Ojos marrones.

"Tú siempre con tus inseguridades".

Ella era de esas personas que miraban las cosas con la mirada de un niño, con entusiasmo, como si fuera la primera vez que las veía, aunque las hubiera visto mil veces antes.

Quizás tuvo que madurar demasiado pronto. Mucho antes de lo que ella hubiese querido.
Quizás la vida no le fue fácil, y aquella mariposa tuvo que dejar de ser gusano antes de tiempo.
Tuvo que enfrentarse a lo que es volar y caer. Una y otra vez.
A lo que es volar y darte cuenta de que el viento no sopla a tu favor, que haya numerosas tormentas que te impiden avanzar. 

Tormentas que te recuerdan que no puedes más. Y que vienen de dentro.

Ella.
Tan madura y pequeña a la vez.
Tan sumamente frágil que una gota de lluvia podía romperla.
Tan fuerte.

Lloraba hasta que sus mejillas escocían, hasta que parpadear era incómodo por sus largas pestañas mojadas.
Otras veces, no lloraba. Aunque quisiera.
Se guardaba todo su dolor para ella sola. Lo guardaba en el rincón de los desastres.

Odiaba echar de menos. Y, sin embargo, lo hacía cada día.
Lo que echaba de menos es otra historia.

Pedía perdón por ser ella.
Y qué pena.
Ojalá pudiera verse de otra forma. Ojalá admirara sus alas. Todo el color que podían desprender si ella las dejara.
Ojalá admirara ese color marrón, esos ojos achinados cuando ríe, esas ojeras, esa mente.

Ojalá se quisiera.
Ojalá quisiera todo el desastre que era.

Ojalá no hubieran existido esas tormentas.
Ojalá una nube gris no estuviera sobre su cabeza. Nube que ella misma mantiene, como bien decía A.

Ojalá el mundo no le hubiese hecho creerse un caos. Ojalá ella no se hubiese hecho creer a sí misma que es un caos.

Ojalá pudiera volar todo lo que quisiera.
Ojalá esa rosa marchita de invierno floreciera ya.
Porque a ella le encanta la primavera.

[...]

La sensación de un hueco. Una ausencia, como agua negra, a la que se asoma y en la que ve reflejada lo que es: su propia ausencia, su vacío.
Y es que su mayor problema, era ella misma.

Esos ojos marrones guardaban tantas cosas...
Qué pocos podían verlas.
Qué poco las veía ella.

sábado, 16 de enero de 2016

Un fino hilo sostiene tu vida en cada golpe, y actuamos sin pensar hasta que el hilo se rompe.

Y, otra vez, choco con la realidad.
Ojalá fuera tan fácil como cerrar los ojos y contar hasta diez. Pero abro los ojos y duele. Al fin y al cabo la verdad hace daño.
Ya podrían ser el miedo y las dudas bonitos pero, joder, qué putada, son como un cuarto negro sin ventanas y muy poco aire. Y yo tengo un poco de claustrofobia.

Las dudas y el miedo me ahogan, me piden a gritos una salida que se resiste y esconde, una salida que me hace insistir en que todo irá mejor; fracaso y aún así no me rindo pero, sin recursos, acabo hundiéndome de nuevo. Haga lo que haga siempre acaba ocurriendo lo mismo.
Puede que hace tiempo solo decidiera colocar muros para que nadie notara mi inseguridad. Puede que tenga una gran coraza con carga eléctrica que me da calambres cada vez que alguien penetra en mis sentimientos más de la cuenta. Puede que a pesar de esos muros, esa coraza, a pesar de todo, yo siempre permita quedar al descubierto. Y es entonces cuando soy más frágil que una botella en el borde de una mesa, es entonces cuando me odio más que nunca por no poder ser la persona dura que intento ser con esos muros. 

El único sitio en el que verdaderamente me apetece estar últimamente es en mi habitación pero, llego aquí, y me siento como una cáscara vacía. Qué triste. Y, aún así, prefiero ser una estúpida cargada de sentimientos a una gilipollas que ni siquiera sabe todo lo que abarca esa palabra.

Al  final acabas dándote cuenta de que todo dependía de un hilo, un simple hilo que podía romper lo más eterno, que podía separarlo todo, trastornar todo lo existido. Pero claro, quién se iba a molestar en mantener un simple hilo, ¿no? Nadie le dio importancia al hilo, nadie se percató de su presencia, pero el hilo seguía ahí, el hilo no se iría.

Quizás Elena no siempre tenga la culpa de todo. Quizás Elena sí que se percató de ese hilo. O quizás no. Pero qué coño importa eso. Cuando el hilo se rompe, duele igual.

¿Lo que yo necesito importa? 

miércoles, 29 de julio de 2015

Silencios que quieren gritar, risas que quieren llorar.

Me siento como si estuviera en una de esas arenas movedizas en las que cuanto más te mueves más te hundes. En las que cada paso que das es como si dieras treinta hacia atrás. Estoy perdida en mitad de esa arena y nadie me encuentra. Ni siquiera yo sé encontrarme. 

Duele ver la forma en la que me he quedado estancada, no saber qué hacer para que desaparezcan estas constantes ganas de llorar, de gritar, de sacar todo lo que tengo dentro y no poder. 
Me repugna tener la sensación de que siempre hay algo en medio. De que siempre va a estar.
Me duele no saber qué hacer para sentirme bien. Para poder respirar tranquila. Me duele que no deje de doler, no poder dejar de sentirme pequeña y débil ante todo. Y me duele aún más no saber qué hacer para que nadie se sienta mal por mi culpa.

Estoy cansada. Muy cansada.

Ojalá pudiera quedarme siempre en ese abrazo que me da y que aprieta mucho más que este puto nudo en la garganta. En ese abrazo que hace que por un momento todo me de igual. 

Vuelvo a sentirme como ese globo que está a punto de explotar porque tiene demasiado aire en su interior. 
"Los globos, si se liberan, si se explotan, pueden llegar muy alto. Recuerda eso, porque tú puedes llegar así de alto o más"; supongo que esas palabras, desde aquel 28 de Octubre, son lo único que me consuela cuando me siento así.

Dicen que después de la tormenta siempre llega la calma. Supongo que sí. 
Pero a mí esta tormenta se me está haciendo eterna. Y solo quiero poder ver el Arco Iris...

Seguro que duele menos destrozarme con un golpe contra el suelo ya que seguir cayendo en todo este vacío. Qué sé yo. Elena nunca sabe nada.

Dime qué hago... ayúdame a tirar el muro que me estorba, por favor. Que nos estorba.

lunes, 23 de febrero de 2015

Haces que me sienta bien.

Qué capacidad más tonta de hacerme sonreír y estremecer con solo mirarme.
(¿Y si me rompo? ¿Y si se rompe él?)

Joder, es que...eres Antártida, me congelas los huesos con solo mirarme...
Y eso da miedo.

Pero, en realidad, me da igual sentir miedo.
Voy a saltar.
Haces que me sienta bien.

_____

(Hay raíces tan profundas que siempre se quedarán con nosotros).