Que toda tu risa, le gane ese pulso al dolor...

Que toda tu risa, le gane ese pulso al dolor...

martes, 6 de septiembre de 2016

A veces sucede que la lluvia gana.

Y ya solo me queda el recuerdo. Y aferrarme a él.
A él y a este dolor que me oprime el pecho.

A este vacío que has dejado y que no sé si podré llenar. Porque, cómo se llena el vacío de alguien que sabes que ya nunca va a volver.

Duele saber que voy a echar de menos con contrato indefinido. Un contrato que ni siquiera he firmado. Que ni siquiera he querido firmar.
Y es que qué más da, si a la vida le dan igual los "Derechos y Condiciones de uso". Si ni siquiera hay. La gente se va yendo. Y ante eso, no hay nada que podamos hacer.
Y duele.

No sabes lo que a ella le duele. 
Desde entonces le cuesta más sonreír. Ni siquiera se ha enfadado aún, y ya sabes que eso es raro en ella.
La miro y me doy cuenta de que estás en cada gesto suyo. Que tus manos delgadas y blancas, son también las suyas. Y por eso, entre otras cosas, es como si siguieras aquí.

Y no sabes lo que a él le duele. No te imaginas hasta qué punto eras su vida entera. 
Y es que nunca he visto a nadie querer tanto a alguien. Ni lo veré. 
¿Quién podrá hacerle sonreír? ¿Quién le dará un motivo para seguir aquí?

Es que...no te imaginas lo que nos duele a todos, que hasta el cielo lloró, aunque aquel día ni siquiera importó, porque ya estábamos calados hasta los huesos incluso antes de que las gotas empezaran a caer.

[...]

No me voy a olvidar de ti. No me voy a olvidar de ti porque siempre vas a estar conmigo. Y en mí.
No me voy a olvidar de ti porque no puedo, porque no quiero.
Y no voy a creer en esas cosas que no sé si sirven para algo más que reducir el dolor. No voy a creer en ese cielo del que todos hablan, ni en ese Dios. Y sé que la realidad duele más que cualquier cosa, que esta estampida con este gran muro va a doler siempre, pero tú siempre me decías que viviera la vida como yo quisiera hacerlo y no como me dijeran los demás, y eso es lo que siempre trato de hacer; no quiero autoengañarme, sé que ya no estás. Sé que si estuvieras aquí seguirías queriéndome como solo tú sabías, queriéndome con mis cosas buenas, y todas mis malas (aunque tú siempre eras más de ver solo las buenas). Seguirías sintiéndote orgullosa de mí hasta cuando nadie lo hacía; hasta cuando ni yo lo hacía. Seguirías haciendo que el mundo me doliese un poco menos con solo abrazarme, con solo sonreír. Seguirías estando. Porque ser, sigues y seguirás siendo, siempre. Aunque ya no estés.

A veces sucede que la lluvia gana...

Las cosas siguen, pero tú ya no estás. 
Nadie volverá a brillar nunca tanto.

....y dolerán los días de lluvia.

(Y esto, también va por ti. Qué suerte he tenido.).

miércoles, 18 de mayo de 2016

Ojos marrones.

"Tú siempre con tus inseguridades".

Ella era de esas personas que miraban las cosas con la mirada de un niño, con entusiasmo, como si fuera la primera vez que las veía, aunque las hubiera visto mil veces antes.

Quizás tuvo que madurar demasiado pronto. Mucho antes de lo que ella hubiese querido.
Quizás la vida no le fue fácil, y aquella mariposa tuvo que dejar de ser gusano antes de tiempo.
Tuvo que enfrentarse a lo que es volar y caer. Una y otra vez.
A lo que es volar y darte cuenta de que el viento no sopla a tu favor, que haya numerosas tormentas que te impiden avanzar. 

Tormentas que te recuerdan que no puedes más. Y que vienen de dentro.

Ella.
Tan madura y pequeña a la vez.
Tan sumamente frágil que una gota de lluvia podía romperla.
Tan fuerte.

Lloraba hasta que sus mejillas escocían, hasta que parpadear era incómodo por sus largas pestañas mojadas.
Otras veces, no lloraba. Aunque quisiera.
Se guardaba todo su dolor para ella sola. Lo guardaba en el rincón de los desastres.

Odiaba echar de menos. Y, sin embargo, lo hacía cada día.
Lo que echaba de menos es otra historia.

Pedía perdón por ser ella.
Y qué pena.
Ojalá pudiera verse de otra forma. Ojalá admirara sus alas. Todo el color que podían desprender si ella las dejara.
Ojalá admirara ese color marrón, esos ojos achinados cuando ríe, esas ojeras, esa mente.

Ojalá se quisiera.
Ojalá quisiera todo el desastre que era.

Ojalá no hubieran existido esas tormentas.
Ojalá una nube gris no estuviera sobre su cabeza. Nube que ella misma mantiene, como bien decía A.

Ojalá el mundo no le hubiese hecho creerse un caos. Ojalá ella no se hubiese hecho creer a sí misma que es un caos.

Ojalá pudiera volar todo lo que quisiera.
Ojalá esa rosa marchita de invierno floreciera ya.
Porque a ella le encanta la primavera.

[...]

La sensación de un hueco. Una ausencia, como agua negra, a la que se asoma y en la que ve reflejada lo que es: su propia ausencia, su vacío.
Y es que su mayor problema, era ella misma.

Esos ojos marrones guardaban tantas cosas...
Qué pocos podían verlas.
Qué poco las veía ella.

sábado, 16 de enero de 2016

Un fino hilo sostiene tu vida en cada golpe, y actuamos sin pensar hasta que el hilo se rompe.

Y, otra vez, choco con la realidad.
Ojalá fuera tan fácil como cerrar los ojos y contar hasta diez. Pero abro los ojos y duele. Al fin y al cabo la verdad hace daño.
Ya podrían ser el miedo y las dudas bonitos pero, joder, qué putada, son como un cuarto negro sin ventanas y muy poco aire. Y yo tengo un poco de claustrofobia.

Las dudas y el miedo me ahogan, me piden a gritos una salida que se resiste y esconde, una salida que me hace insistir en que todo irá mejor; fracaso y aún así no me rindo pero, sin recursos, acabo hundiéndome de nuevo. Haga lo que haga siempre acaba ocurriendo lo mismo.
Puede que hace tiempo solo decidiera colocar muros para que nadie notara mi inseguridad. Puede que tenga una gran coraza con carga eléctrica que me da calambres cada vez que alguien penetra en mis sentimientos más de la cuenta. Puede que a pesar de esos muros, esa coraza, a pesar de todo, yo siempre permita quedar al descubierto. Y es entonces cuando soy más frágil que una botella en el borde de una mesa, es entonces cuando me odio más que nunca por no poder ser la persona dura que intento ser con esos muros. 

El único sitio en el que verdaderamente me apetece estar últimamente es en mi habitación pero, llego aquí, y me siento como una cáscara vacía. Qué triste. Y, aún así, prefiero ser una estúpida cargada de sentimientos a una gilipollas que ni siquiera sabe todo lo que abarca esa palabra.

Al  final acabas dándote cuenta de que todo dependía de un hilo, un simple hilo que podía romper lo más eterno, que podía separarlo todo, trastornar todo lo existido. Pero claro, quién se iba a molestar en mantener un simple hilo, ¿no? Nadie le dio importancia al hilo, nadie se percató de su presencia, pero el hilo seguía ahí, el hilo no se iría.

Quizás Elena no siempre tenga la culpa de todo. Quizás Elena sí que se percató de ese hilo. O quizás no. Pero qué coño importa eso. Cuando el hilo se rompe, duele igual.

¿Lo que yo necesito importa?